El Partido Nacional Republicano no puede constatar más que lo que sigue en relación al régimen del 78 y la insurrección de los separatistas en Cataluña:
Es un régimen indolente cuyo gobierno es incapaz o se abstiene deliberadamente de emplear todos los instrumentos y medios que le confiere el ordenamiento jurídico vigente para restablecer el respeto a su propia legalidad y desbaratar el proceso secesionista. El ejecutivo en su acción de gobierno se entrega, ante todo, a las disquisiciones jurídicas de leguleyos y jurisconsultos sobre la validez del referéndum o la hipotética declaración unilateral de independencia cuya fuerza, precisamente, son los hechos consumados y la burla descarada a todo principio de legalidad. Y no hay observancia de ley que valga sin sanción, coerción y, llegado el caso, violencia para hacerla valer.
Es un régimen traidorzuelo cuya partitocracia en sus cálculos electorales y los sindicatos mayoritarios financiados con cargo a los presupuestos públicos se mueven entre la tibieza y la duda o actúan como caja de resonancia de las tesis separatistas y sus relatos victimistas. El PP, Ciudadanos y PSOE mareando la perdiz con el artículo 155 de la constitucioncita del 78; o el PSOE reprobando las cargas policiales; Podemos apoyando el referéndum y prodigándolo por doquier, junto al coro de antiespañoles del nacionalismo catalán y vasco; y UGT y CCOO secundado el paro y las protestas separatistas en Cataluña durante el 2-O. Todos suspirando que medie “diálogo” con los separatistas y estos reculen.
Es un régimen de iniquidad cuyos poderes públicos, como la fiscalía y la administración de justicia, no hacen caer el peso de la ley sobre los cabecillas y próceres del separatismo: Puigdemont, Junqueras y los patriarcas del clan Pujol, por ejemplo, han votado tranquilamente delante de focos y cámaras una consulta ilegal, que Moncloa enajenadamente niega haya existido, amén de haber cometido de manera flagrante todo tipo de desmanes y atropellos en su carrera hacia la independencia. Trapero, el mayor de los Mossos, cuerpo policial de la insurgencia separatista cuya actuación traicionera y de colaboradores necesarios de la consulta quedó patente durante la ominosa jornada del 1-O, y su acción como piquetes del paro del día siguiente, así como los sediciosos capos de la agitación callejera financiada por la Generalitat de ANC y Òmnium, tras la citación de la Audiencia Nacional, ¡han salido todos de rositas sin cargos!
Es un régimen laxo cuyo código penal, de manera premeditada, no tipifica como delito la proclamación de la secesión de un territorio en España, ¡a no ser que vaya acompañada, exclusivamente, de violencia!
Es un régimen fallido que ha presumido de la viabilidad del estado autonómico como culmen del autogobierno para satisfacción del nacionalismo periférico antiespañol, pero cuyas instituciones autonómicas, cuerpos policiales, sistema educativo y medios de comunicación en Cataluña sirven a la causa separatista.
Es un régimen indigno que no defiende la autoridad de sus servidores de la ley y el orden público, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, Guardia Civil y Policía Nacional. Por el contrario, permite su acoso por la chusma separatista y los denigra y humilla no sólo por boca de la oposición, PSOE y Podemos, sino del mismo ejecutivo. Tanto el portavoz del Gobierno, como el ministro de Interior y el subdelegado del gobierno en Barcelona han pedido perdón a los separatistas por la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado el 1-O, en la que contra todo revuelo aquí y en Eurolandia no hubo que lamentar ninguna víctima.
Es un régimen embustero que se proclama aconfesional pero financia con cargo al erario público a la iglesia católica cuya conferencia episcopal se solidariza con sus hermanos de fe de la iglesia separatista de Cataluña, y adoptan para sí el discurso plurinacional liquidador de España del PSOE y Podemos.
Es un régimen pastelero cuyo jefe de Estado, el rey Felipe VI, quien al igual que su predecesor Juan Carlos I, ha compadreado con los separatistas y hasta bien reciente ha pedido el diálogo con ellos. Por mucho que se engole ahora, y una corte de plumillas celebre su última alocución televisiva, si de la lectura de su discurso escrito por Rajoy se ha de inferir la misma determinación que la del presidente del Gobierno, está desacreditado porque no es valladar frente al separatismo y uno puede apostarse todo a que, antes de dejar su reino por un caballo, se avendría a coronar la Commonwealth de “naciones” expañolas que plantea de rondón el PSOE para la reforma confederal de la constitucioncita del 78. Y, sin duda, también nos las jugaríamos a que leería con fervor “plurinacional” los discursos que le pudiera escribir Sánchez.
Es un régimen abyecto que abandona y desprotege a nuestros compatriotas de Cataluña ante la secesión. Tan sólo por esto último, sin demérito de nada de lo anterior, es un régimen ilegal e ilegítimo.
Si el separatismo se pasa por el forro la legalidad y el régimen se lo permite por connivencia o incapacidad, ¡los españoles estamos obligados a autodefendernos, a desobedecer y a rebelarnos democráticamente contra todos ellos!
Saludamos a los compatriotas catalanes del barrio gerundense de Vilarroja quienes boicotearon activamente el referéndum; a los miles de Barcelona que han tremolado la bandera española por el centro de la ciudad; a los que cuelgan pese al acoso y presión separatista la enseña nacional en sus balcones; a los vecinos de Pineda de Mar que han mostrado su apoyo a la policía cercada por las turbas antiespañolas; a los de Cerdanyola que han protestado contra el ayuntamiento por retirar la bandera nacional y a todos los que están saliendo en sus localidades a plantar cara. Nos congratula la presencia masiva y espontánea de banderas rojas y amarillas en las fachadas de todas las ciudades de España y las marchas y concentraciones que se han dado en las mismas. Pero hay que llegar más lejos, recortemos el escudo monárquico de las banderas constitucionalistas o portemos banderas nacionales sin escudo alguno.
Prevenimos a nuestros compatriotas de las intentonas de neutralizar y ahogar su clamor en el “constitucionalismo” que nos ha traído hasta al desastre que vivimos estos días: el último discurso del rey o el llamamiento oportunista del representante del PP en Cataluña, Albiol, a participar en la manifestación convocada por organizaciones cívicas en Barcelona el 8 de octubre, para ponerse a la cabeza de la pancarta junto a la presencia de otros prebostes de ese partido no son más que maniobras arteras para amarrarnos al régimen. A todo esto, ¿qué diantres hacen miembros del partido en el gobierno en esa manifestación cuando lo que deberían hacer es estar conminando a sus colegas, empezando por su líder, Rajoy, a cumplir con su deber?
Compatriotas de Cataluña y el resto de España, no basta con movilizaciones puntuales: hay que llevar a un curso creciente y sostenido la movilización en las calles de toda España frente al régimen, concretadas en acciones directas como el asedio a las sedes de la partitocracia y el Gobierno y, en lo que se refiere a Cataluña, a las sedes institucionales del separatismo que, actualmente, no son otras que el gobierno y el parlamento autonómicos catalanes. Los españoles de Cataluña, ante el abandono del régimen deben pensar ya en constituir sus propios órganos de representación al margen de estas instituciones podridas y de los partidos que aspiran a realojarse en ellas.
La respuesta a la insurrección separatista en Cataluña, ¡es insurrección popular española!
Para articular la resistencia frente a los traidores del régimen del 78 y sus separatistas que nos odian, sólo cabe la auto-organización en asambleas para la lucha que, indefectiblemente, si queremos una España de ciudadanos libres e iguales en todo el territorio nacional, aboca a la defenestración de todos ellos y el advenimiento de una vez por todas de una República Unitaria Española.
¡Abajo el régimen del 78!
¡Hacia la República española unitaria e indivisible!
¡Viva España!