Compatriotas,
Quiero comenzar llamando la atención sobre el título de este acto y el equívoco al que puede llevar: aceptar la identificación entre socialismo e izquierda. Como expondré a continuación, negamos que pueda haber algo de socialismo entre quienes aún se identifican como izquierda.
Nueva geometría política
Consideramos que la división derecha-izquierda, políticamente ya no tiene vigencia. Ha quedado arrumbada por la historia. Con todo, es cierto que mantiene su vigencia en el imaginario colectivo y que por eso mismo es aprovechada por la clase política del régimen juancarlista. Otros, los menos, se aferran a ella por una simple cuestión de nostalgia por tiempos pasados.
El Partido Nacional Republicano, como partido de nuevo tipo que es, estableció desde el principio una nueva geometría política que tomaba como referencia la nación española. Así, clasifica a los demás actores políticos en tres campos: la pseudo-España, la paleo-España y la anti-España.
- La seudo-España es el núcleo básico del actual Régimen. Presume de asegurar la viabilidad de España por el cauce de la Constitución de 1978: mediante los principios individualistas que ésta exalta, el régimen monárquico y partitocrático que entroniza, la economía de mercado que consagra y la puerta a los separatismos que franquea. Se halla integrada por dos fracciones: la conservadora-liberal y la liberal-progresista. Es el partido de la traición a España.
- La paleo-España engloba a diversos estratos decantados por la prolongada descomposición de un núcleo originario: la Tradición. En realidad, constituye el partido de la impotencia.
- La anti-España no hace falta explicarla.
En cualquier caso y de acuerdo con esta clasificación política, la izquierda realmente existente se sitúa mayoritariamente en el campo de la pseudo-España y minoritariamente en la anti-España.
Nuestro socialismo
El Partido Nacional Republicano se define socialista. Ahora bien no se enmarca en ninguna tradición socialista histórica. Si acaso, recupera aquel significado primigenio: cuando se aplicó a revolucionarios y teóricos utópicos que apenas tenían en común su rechazo del sistema capitalista.
Por socialismo entendemos de cara al exterior, escudo defensor de la soberanía nacional frente a la penetración imperialista y, hacia dentro, sustancia efectiva de la igualdad jurídico-política de los ciudadanos.
Pero además:
- Socialista es también la concepción del trabajo como vía de autoconstrucción del hombre y servicio a la comunidad.
- Socialista es la voluntad de dominio consciente de las condiciones de existencia frente al despliegue de la economía como un proceso ciego.
- Socialismo es combate contra el imperio de los poderes económicos privados, experimentando formas de propiedad pública y gestión democrática de los grandes instrumentos industriales.
- Socialista es la orientación favorable a que el excedente nacional vaya adoptando la forma predominante de fondo comunitario.
- Socialista es el propósito de reducción sin desmayo de las relaciones de poder social basadas en la posición económica.
Dicho esto, somos conscientes de que esa alternativa deberá ser reformulada de los pies a la cabeza. Después de la trágica experiencia de los regímenes inspirados en el marxismo, hoy sabemos lo que no debe ser el socialismo.
Está claro que los necesarios procesos de socialización no pueden consistir en una simple estatización del capital, como si fuese un mero stock de medios de producción, a cargo de una oligarquía política. El capital no es un stock, una “cosa”. Es un flujo: el de la continua acumulación por parte de un grupo social particular del sobreproducto nacional originado por el Trabajo.
El socialismo ya no puede ser confundido con el capitalismo de Estado integral en que desembocaron esos regímenes antes de derrumbarse. Pero tampoco con las propuestas de “autogestión”, “propiedad sindical”, “atribución de la plusvalía a los sindicatos”, etc. Tales propuestas desembocarían en un cutre capitalismo sindical. Son ensoñaciones nostálgicas del viejo artesanado.
La disolución del ideario que proviene del tronco marxista en el liberal-capitalismo no significa el fin del proyecto revolucionario en general y del socialismo en particular. El colapso del marxismo ha clausurado únicamente la etapa escolar del combate socialista, la adolescencia burguesa de la idea revolucionaria. Ahora permite a ese combate un importante avance hacia las cotas de lucidez que siempre ha precisado. Queda planteada la construcción de una nueva alternativa transformadora, desembarazada de marxismo. Nuestro socialismo es un socialismo mayor de edad.
Socialismo es la reordenación de la Nación en torno al eje del Trabajo. Conceptuado como deber y derecho político decisivo que abarca todas las ocupaciones vitales para la comunidad nacional. Se impone, por tanto, una crítica radical a la consideración actual del Trabajo, siempre economicista. Es necesaria una nueva concepción, asociada a las ideas de comunidad nacional y potencia creadora, una afirmación del valor directo del Trabajo como escuela y palanca de despliegue de las facultades de la ciudadanía.
De acuerdo con esto, es precisa la sustitución paulatina del paisaje liberal-capitalista por el despliegue de un Plan Nacional del Trabajo. Es ésta una tarea política esencial de la nueva República: sólo con su cumplimiento la Nación española podrá retomar las riendas de sus destinos.
En lugar de la actual sociedad de mercado, la comunidad nacional del Trabajo pondrá en pie una planificación tan ambiciosa como flexible, capaz incluso de servirse de los espacios de mercado. Éstos serán conceptuados:
- Como un segmento especial dentro de la estructura económica general.
- Como un mecanismo imperfecto y, por tanto, necesitado de regulación, de una determinación política de sus condiciones ejercida mediante el control de precios, el sistema fiscal y la política monetaria. Para esto, el dinero será estimado como una forma política frente a su consideración actual como mercancía, como un bien particular en manos de particulares.
- Como un espacio al que no es posible confiar instrumentos económicos fundamentales de la comunidad porque ignora las metas extra-económicas de la misma. La investigación, la reposición del medio ambiente, los servicios sociales esenciales, la defensa, etc., son ejemplos de planos extra-económicos que se deben sustraer completamente al mercado.
Frente a las críticas de la indignación liberal por una planificación estatal, simplemente cabe recordar que su sociedad ni siquiera existiría si el capitalismo no hubiese instaurado, en el ámbito de la empresa, las más exhaustivas e imperativas formas de planificación. Son los trusts y transnacionales quienes han extendido los milagros tecnológicos, impulsando procedimientos y métodos de fabricación en constante revolución, haciendo gala de un prodigioso genio organizativo y “planificador”.
Ocurre que el liberal, como el dios Jano, es un ser bifronte: en relación con el Estado, es un anarquista furibundo; en relación con el personal de sus empresas, es un monarca absoluto. La necesidad de un grado u otro de planificación se ha hecho sentir desde el momento en que las formas de vida humanas han alcanzado un intenso grado de complejidad, intensificado ante todo por la Técnica.
Deberán ser conceptuados ejes primordiales del Plan de Trabajo:
- La cancelación de los compromisos de disciplina monetaria, acuerdos de libre circulación de capitales, mercancías y personas, así como la aceptación de cupos de producción suscritos en beneficio de otras naciones.
- Un tenaz esfuerzo de rearme industrial, modernización de la agricultura, cabaña y flota pesquera, impulso de la reforestación, etc.
- La efectiva garantía de trabajo para todos los españoles. Fin de todas las políticas de laissez faire liberal en materia de inmigración.
- EL desarrollo equilibrado de las regiones y el fin de sus tendencias al acaparamiento exclusivista de recursos naturales.
- La promoción del máximo fomento tecnológico, tanto en el campo de la investigación como en el de las aplicaciones, coordinándolas y extendiéndolas de modo armónico.
- El esfuerzo intenso y sostenido de inversión con destino a la educación estatal.
- La creación de una institución dotada de financiación y potestad expropiatoria que le permitan la gestión de un parque nacional de viviendas.
- Una fiscalidad progresiva, basada en un mayor peso de los impuestos directos. Fin de los privilegios fiscales de tipo territorial.
- El mantenimiento y mejora del sistema público de protección social y pensiones.
Todo ello impondrá la necesidad de la transferencia inmediata a manos de la comunidad nacional de todos aquellos instrumentos que, por su trascendencia o la dimensión de sus estructuras, comprometen los derroteros del conjunto de la comunidad. Esto afectará al sector financiero, al de la energía, a la industria electrónica y química, siderurgia, grandes medios de transporte, sanidad e industria farmacéutica, enseñanza, etc.
Esta propuesta impone varias precisiones. El cambio de estructuras de propiedad que supone es por sí solo insuficiente. Debe acompañarse de otros aspectos como la orientación exterior, las formas retributivas y las de ordenación del Plan de Trabajo. Siempre orientado a hacer cesar el dominio del proceso de acumulación de capital considerado como un todo.
En momento alguno se alentará medidas de despojo de las pequeñas y medianas empresas. No se oculta que una parte de estos sectores preservan formas de actividad y de mentalidad incapaces de afrontar el futuro. A largo plazo, y al igual que otras capas abocadas a un completo declive por la evolución tecnológica, deberán tomar una opción.
A este respecto, la orientación nacional-republicana será sensible a la necesidad vital de esos sectores de conseguir crédito barato, sentir un alivio de la presión fiscal, obtener precios accesibles de equipamientos, infraestructuras y servicios, etc. Esta alternativa comportaría, por otra parte, el pleno reconocimiento a artesanos, profesionales, artistas, explotaciones familiares, etc. del derecho a desarrollar sus actividades y a la promoción de las mismas.
Bajo la República del Trabajo, es evidente que medidas contra la finanza y las grandes concentraciones industriales y de servicios como las antes enunciadas, incluso podrían mejorar las condiciones de existencia de dichos sectores.
El fracaso de la planificación marxista ha puesto también de relieve que la complejidad y trascendencia del Plan son incompatibles con dictados burocráticos. El Plan no puede ser una orden emanada de un centro y ramificada por funcionarios y tecnócratas. Ha de ser acción colectiva, trabada e interdependiente.
La planificación comunitaria únicamente es factible en un régimen político plenamente democrático. Y exige una participación, compromiso, y responsabilidad que alcancen el nivel de una movilización integral. Serán componentes de la misma tanto amplios niveles de autonomía como la penalización de las ineficacias.
Junto a la movilización, el Plan debe tener como atributos indispensables la flexibilidad y diversificación. La planificación será trazada por el órgano de gobierno general en cuanto a las grandes opciones y magnitudes. Los niveles políticos provinciales y finalmente locales deberían encargarse de escalonar su concreción y aplicación efectiva.
En el sector público, se configurarán entes institucionales descentralizados que integren cada rama o sector de actividad como un conjunto, que regulen cada sector de actividad. Serán dotados de los medios necesarios para el cumplimiento de las misiones asumidas por las instancias de gobierno.
Gozarán de amplios márgenes de autonomía en la gestión y de instancias rectoras en las que participarán todas las categorías del personal, así como la voz de los usuarios, y contarán con directores vinculados a la obtención de resultados.
Bajo la tutela e inspección de los correspondientes órganos de gobierno, no sólo organizarían verticalmente como un conjunto cada rama de actividad, sino que la articularían con otras ramas, a través de relaciones de cooperación, en el cuadro de la planificación global.
El régimen vigente en España se aviene a que ésta se reduzca a una sociedad de servicios esencialmente dominados por el capital extranjero, todo lo más salvaguardando la existencia de un par de bancos y varias multinacionales españolas capaces de sobrevivir en el mercado mundial.
El libre cambio, junto con el humanitarismo, ha sido la doctrina de Inglaterra y luego de EE.UU para someter a las demás naciones y desarticular sus estructuras económicas. En cambio, la autarquía debió ser practicada por algunos países del continente europeo en su etapa inicial, como premisa básica de su industrialización.
Creemos vitalmente necesario el fin del acatamiento de la política de libre cambio, mediante la construcción de zonas de desarrollo auto-centrado, organizadas en espacios políticamente homogéneos. La confederación euro-socialista que proponemos también debería adaptarse a esa perspectiva que, por otra parte, es cada vez más compatible con las modernas técnicas energéticas.
Pero hay que ser muy conscientes de que una prolongada situación de aislamiento daría al traste con las transformaciones parciales efectuadas.
En definitiva, el socialismo es una de las cuatro ideas-fuerza del Partido Nacional Republicano:
- La patria española perecerá si no consigue acabar su construcción nacional.
- La nación española acabada es la república unitaria democrática.
- Esa república demanda un nuevo socialismo.
- El triunfo de esa España republicana y socialista requiere de un nuevo partido.