Una vez más han competido la derecha y la izquierda del capital para disputarse ayuntamientos y gobiernos autonómicos. Tras los resultados del 24 de mayo, el régimen mantiene su articulación clásica PP-PSOE sobre el continuum izquierda-derecha e intenta situar a los nuevos “partido emergentes” a cada flanco. El día después de las votaciones se ha caracterizado por el llamamiento, todos a una, de los medios de comunicación jaleando la política de pactos. En la lógica del régimen, hacen campaña por colocar a Podemos y Ciudadanos como auxiliares del PPSOE. No en vano, estos dos grandes partidos suman todavía más de 50% de los sufragios y son las formaciones más votadas. Así, la consigna de emparejamientos ha sido clara: PP-Ciudadanos y PSOE-Podemos.
Ha nacido una estrella… de reparto
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ya ha anunciado que acepta ese papel subalterno, aunque por el momento, condicionado a algunas exigencias inasumibles para el PP, como la implantación de primarias. En seis meses, posiblemente, habrá desencantado a muchos de sus votantes pero él se habrá consagrado como actor de la política del régimen. El niño prodigio Rivera ha triunfado donde ha fracasado Rosa Díez en estos años: son el nuevo partido aspirante a bisagra del juancarfelipismo. Hay quien habla de éxito menor del esperado, pero no es así: 1,4 millones de votos vendrían del PP y se posicionan como tercera fuerza municipal en toda España. A quien le ha hecho daño Ciudadanos, antes que al PP y aparte de desbancar a UPyD, es a Podemos. Han conseguido atraer el voto de muchos descontentos y decepcionados con el PPSOE que, de no ser por la reciente expansión e implantación de candidaturas de Ciudadanos a nivel nacional, hubieran optado, si no por la abstención, por la formación que lidera Pablo Iglesias como único referente reformista en pujanza.
Algunas generalidades
Los resultados han sido, en parte, los previstos: el PP, pese a la debacle sufrida, ha sido el ganador en votos y el PSOE no recupera los suficientes para representar la alternancia debido a su propia inconsistencia y al impacto de Podemos.
Hay un elemento que es necesario poner en valor: los resultados electorales en las dos principales ciudades de España, Madrid y Barcelona. Es ahí donde se puede comprobar en toda su dimensión el descalabro del PPSOE. En la capital, en conjunto, pasan del 74% de los votos al 49% (-33%) y en Barcelona, del 39% al 18% (-50%). Hoy como siempre, las grandes capitales parecen marcar la tendencia electoral que se generaliza posteriormente.
Por último, la abstención ha aumentado ligeramente, un 1,29% más respecto a las últimas municipales. El hartazgo no se ha traducido en voto masivo: 1,5 millones de votantes del PP se habrían quedado en casa y han votado muchos de los votantes del PSOE que se quedaron en sus hogares anteriormente.
El partido del Gobierno: «¡Qué hostia, qué hostia!»
El desmoronamiento del Partido Popular en estas elecciones municipales y autonómicas resulta más dramático si cabe que el batacazo sufrido por el PSOE en las de 2011. Esta sangría de 2,4 millones de votos, augura una pérdida irreversible para el PP en las próximas generales. En Génova alardean de su pírrica victoria: siendo los más votados, no han ganado nada y lo han perdido casi todo. Por más que traten de disimularlo, ha cundido el pánico entre sus filas y el sálvese quien pueda. Hay conatos de fronda en el partido: sólo Rajoy y sus palmeros se creen su propio relato sobre las bondades de una pretendida recuperación económica que nadie ve, a diferencia de una sucesión diaria de escándalos de corrupción que casi todo el mundo contempla en los telediarios.
Un frente popular para cohesionar el régimen por la izquierda
Todo lo que sea seguir a El País en su apuesta por una mayoría de izquierda en ayuntamientos y ejecutivos autonómicos supone apuntalar al régimen. La palabra la tenía el líder de Podemos, Pablo Iglesias, quien ya se ha apresurado a declarar que «En ningún caso se entrará a gobernar con el PSOE, aunque se trabajará para frenar al Partido Popular».
Podemos no ha conseguido lo que decían querer: ganar. Si es cierto que ese era y es su único objetivo ahora lo tendría en bandeja. Iglesias-Errejón tienen la oportunidad de cambiar la centralidad del escenario político sirviéndose del escaparate autonómico post-electoral. Si aceptan entrar en pactos con el PSOE se convertirán en sus comparsas y admitirán la hegemonía del PPSOE, como preconizan todos los mass-media. Si se niegan a pactar pondrán al PPSOE ante dos posturas: o pactan entre sí o convocan nuevas elecciones regionales para tratar de formar gobiernos. Si Podemos tuviera la audacia de hacer esto, ocuparía la centralidad retratando al PPSOE como la “casta” a la que se han referido machaconamente. Pero si, como todo apunta, acatan la dinámica de pactos se retratarán como lo que realmente y en cualquier caso son: una fracción más de la partitocracia juancarfelipista con ínfulas reformistas. Y, probablemente, esto significará el inicio de su declive.
Colateralmente, Izquierda Unida sólo ha podido sobrevivir donde Podemos no se ha presentado: en la municipales, excepto en aquellos municipios en los que esta formación ha concurrido indirectamente a través de listas de “unidad popular”.
Consideraciones
Debe insistirse en las propias características de las municipales y autonómicas, elecciones de segundo orden, máxime cuando arroja un escenario fragmentado e inestable que llevará a pactos de gobierno, coaliciones y situaciones de ingobernabilidad que muchos votantes rechazarán, induciéndoles a los cálculos habituales del “voto útil” para las previstas en noviembre, concentrando su voto en opciones de gobierno y movilizando la participación. Lo cual, probablemente, hará perder fuelle a los “partidos emergentes” en futuros comicios.
En perspectiva de las próximas generales, puede esbozarse algunas líneas:
- Fin de las mayorías absolutas, inalcanzables para ningún partido.
- Exaltación generalizada del pactismo y el “espíritu de la transición”. Esto es, del cambalache y la componenda entre formaciones como sinónimo del bien general y “regeneración democrática”.
- Disponibilidad de los nuevos partidos “regeneracionistas”, Ciudadanos y Podemos, para posibilitar gobiernos y pactos de legislatura con el PPSOE.
- Rebasamiento por la izquierda y la derecha de los partidos aspirantes a bisagras hasta la fecha (Podemos en relación a IU y Ciudadanos respecto a UPyD).
- Posibilidad, aunque fuera remota, de gobierno de concentración PPSOE invocando la estabilidad y la gobernabilidad.
La fulgurante irrupción y meteórico ascenso de Podemos y Ciudadanos puede pensarse, ingenuamente, que es una respuesta espontánea a las circunstancias de ruina moral y ética de los partidos y la instituciones del juancarfelipismo. Está por ver, si su rol se limitará al mero remplazo de las amortizadas IU y UPyD, y a la contención por la izquierda y la derecha del desengaño y la abstención, evitando la ruptura con el régimen borbónico de amplios sectores. O más allá, traerán el relevo del impresentable y desgastado aparato político, el PPSOE, para propiciar no el “cambio”, sino su recambio “regeneracionista” que permita reinstaurar con estas formaciones al frente, Podemos y Ciudadanos, una partitocracia renovada al servicio, cómo no, de los oligopolios y oligarquías del gran capital.