El pasado 20 de enero, la Guardia Civil detuvo en Barcelona a seis paquistaníes islamistas acusados de pertenecer a Al Qaeda en el marco de la operación Cheapest. Instruía dicha investigación el juez psocialista Baltasar Garzón, quien a los tres días los puso en libertad por falta de pruebas, aunque encausados por evasión de capitales. Lo destacable del asunto no es la noticia en sí ya que España, desde hace tiempo, se ha convertido en acogedor refugio y base de operaciones de criminales de toda laya: desde islamistas radicales hasta mafiosos, pasando por variopintas gamas de delincuentes comunes. Para los primeros nuestra patria no deja de ser tierra islámica, Al Ándalus, que un día no muy lejano será reintegrada a la umma. Para los segundos, como el escritor italiano Roberto Saviano ha denunciado, es un oasis desde el que continuar con sus imperios criminales ante la persecución policial y judicial que sufren en su país. Durante los últimos años, el espejismo del ladrillo ha servido para que diversas organizaciones mafiosas de la Europa oriental blanquearan miles de millones de euros en la costa mediterránea española. Y de la presencia de los últimos no hay más que atender a los noticiarios sensacionalistas para comprobar la densidad de bandas de delincuentes balcánicos activas, o de la lista de delincuentes británicos huidos.
No, lo destacable de la noticia es que entre los detenidos figuraba un militante del PSC, Abdul Razzaq Sadiq, secretario de la ejecutiva del distrito centro barcelonés. Que esto es del todo cierto lo indican dos hechos: que el PSC no lo desmintiera oficialmente y que las autoridades policiales y judiciales responsables intentaran ocultarlo cambiando el orden de sus apellidos en la relación facilitada. Pero no es la primera vez que un sospechoso de islamismo terrorista es afiliado del PSOE.
Recordemos a Mohamed Almallah, un sirio al que la policía detuvo durante la investigación del 11-M acusado de colaborar en su preparación. Más allá de que fueran o no un terrorista, es evidente su identificación con el yihadismo, en tanto que expresión bélica del islamismo.
Nuestro análisis político no puede limitarse a denunciar la maniobra de ocultación de la identidad de Abdul Razzaq y su condición de afiliado psocialista. Es una puerilidad preguntarse sobre el porqué de tal manipulación, puerilidad propia de quienes siguen percibiendo la identidad del régimen vigente a la luz de su propaganda oficial, dulce y almibarada. Limitarse a acusar al ministro Rubalcaba como responsable de esta ocultación es desviar la atención de la auténtica denuncia. Y ésta pasa por desvelar al PSOE y su galaxia como el partido de la aniquilación de España y del pueblo español. Porque sólo en un partido anti-español pueden militar yihadistas. Porque sólo a un partido así lo pueden preferir en el gobierno los terroristas anti-españoles y organizar para ello, de acuerdo con la versión oficial, la masacre de doscientos ciudadanos un 11 de marzo de 2004. Porque sólo a un partido así le da empujones electorales ETA mediante su terrorismo demoscópico.