Europapanatismo
Merkel ha viajado a España a comienzos de febrero. No lo ha hecho para ayudarnos a salir de la crisis, sino para apretarnos un poco más el dogal de la deuda. Vamos a pagar muy caro el europapanatismo con el que hemos pretendido huir de los problemas de España.
¿Alemania nos ha regalado algo? El medio millón de emigrantes españoles que acogió hasta los años 70, se ganaron duramente sus salarios. Luego, el ingreso en la Eurolandia de Mastrique ha significado la anulación de aspectos sustanciales de la soberanía nacional de España. Y esto no ha sido para construir una “entidad supranacional”, sino para subordinarnos a los intereses de Alemania, secundada por Francia. Ante todo, ha supuesto la renuncia a dos instrumentos esenciales de dirección del Estado sobre la economía: la fijación de los tipos de interés y la determinación de las tasas de cambio de su moneda. Y la división del trabajo a escala continental ajustada a los intereses del gran capital centroeuropeo se ha traducido en la ruina de grandes sectores de nuestra agricultura, ganadería y pesca y en un intenso proceso de desindustrialización. En cuanto a los fondos estructurales, han servido para que pudiésemos comprar coches alemanes y franceses y sus frigoríficos de dos puertas.
Paganos del “milagro alemán”
No pasamos por alto el “milagro español” propulsado por los gobiernos de Aznar. Gracias a ese “milagro”, los trabajadores españoles hemos pasado a formar parte del cortejo de paganos de la estabilidad del crecimiento capitalista alemán posterior a la reunificación.
La unificación alemana primero y los avances hacia la configuración de la Unión Europea con su euro, abrieron gigantescas expectativas de mercado al capitalismo alemán, en disposición de una poderosa capacidad industrial, prácticamente amortizada.
Alemania ha tratado de evitar que el caudaloso flujo de dinero generado por sus exportaciones (dirigidas en un 60% a Europa y un 40% al resto del mundo) desembocase en un proceso inflacionista. Y lo ha conseguido mediante una solución imperialista clásica: sumar a la exportación de mercancías una exportación de capitales. Drenar la liquidez procedente de la exportación industrial volcándola hacia fuera, a través de préstamos a otros países europeos de endeble estructura industrial, incentivando su consumo a través del endeudamiento.
De este modo el imperialismo alemán ha armado el mortífero cepo de la deuda. Ésta devoraba cada día gran parte de los frutos del trabajo de los países más frágiles, para regenerarse por la noche en los balances de sus bancos y de las finanzas centroeuropeas a las que éstos habían recurrido, para volverse a prestar a la mañana siguiente. El sufrimiento que genera este proceso en las economías colonizadas ha sido soportable gracias a la orgía de dinero barato orquestada por el Banco Central Europeo (BCE) bajo instigación germana.
En nuestro caso se centró en la expansión del sector de la construcción. Sustentado en tecnología media-baja y mano de obra con precarias condiciones de trabajo, devaluadas además por la presión de la inmigración, ofrecía grandes expectativas de rentabilidad. Se alentó así un enorme negocio inmobiliario, con grandes beneficios para los bancos nacionales y las grandes constructoras. El beneficiario indirecto fue el sistema financiero europeo, ante todo el alemán y francés, pero también el estadounidense y el británico, acreedores de los bancos y cajas españolas. A la vez, esta burbuja inmobiliaria contribuyó en gran medida a que el impulso económico alemán no naufragase víctima de la inflación.
El colapso de 2007 y las mentiras del PSOE
Como respuesta al alza del precio del barril de petróleo, que se comunicó al de las materias primas, en 2007 el BCE decidió una elevación de los tipos de interés bancario que provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria, hundiendo en la crisis a un sistema financiero español entrampado hasta las cejas con los prestamistas centroeuropeos y abriendo la vía hacia la mayor debacle económica de nuestra historia. Con ello se cerró el cepo de la deuda.
Sin embargo, Zapatero prolongó durante la mayor parte de su primera legislatura la política aznarista del ladrillo y del endeudamiento, pese a que se advertía su declive desde 2006. Todavía en 2008 seguía negando la existencia de una crisis; pero, mientras proclamaba que «nuestro sistema financiero es el más sólido del mundo», inyectó grandes chorros de dinero público en el auxilio a bancos, cajas, grandes constructoras, fabricantes automovilísticos, etc. Estas iniciativas se combinaron con múltiples formas de dispendio clientelista –como las subvenciones a las energías sostenibles, el Plan E para los ayuntamientos o el incremento de fondos entregados a las comunidades autónomas–, mientras el déficit y la deuda pública ascendían de modo constante.
A lo largo de esta fase, los banqueros españoles han obtenido una doble victoria. Por un lado, tras sus fabulosos beneficios en el negocio inmobiliario, cuando éste se ha venido abajo han recibido astronómicas cantidades del gobierno español y del BCE a cuenta del contribuyente español y europeo respectivamente. Por otro lado, han dedicado gran parte de esos fondos a la compra de títulos de deuda pública del Estado o a la inversión en otros países, mientras imponían una brutal sequía crediticia a los españoles.
En cuanto al pueblo trabajador español, ha sufrido una doble derrota: mientras millones de asalariados han pasado a engrosas las filas del paro y se han arruinado centenares de miles de autónomos y pequeños negocios, ha recaído sobre sus espaldas el deber de sufragar con sus impuestos y el abismamiento de sus condiciones de vida la transformación de parte de la deuda privada de bancos y cajas en deuda pública, así como el despilfarro clientelar y caciquil propio del régimen juancarlista.
La deuda
Los últimos datos oficiales sobre el montante de la deuda global externa han sido publicados a fines de 2010 por el Banco de España. Diversos estudiosos de la economía los han sometido a duras críticas, indicando que sus cifras generales deben ser, por lo menos, duplicadas. Por ello, los exponemos como mera referencia, con toda la desconfianza que se han hecho merecedoras nuestras estadísticas oficiales.
Según esos datos, el endeudamiento exterior neto (saldo entre lo que adeuda España y lo que le deben en el exterior) se situó en el tercer trimestre de 2010 en casi un billón de euros, cifra equivalente a nuestro PIB. Pero si se toma en consideración no sólo el saldo, sino lo que debe España al exterior en términos brutos, el dato es verdaderamente estremecedor: 1,76 billones de euros, el 168% del PIB, lo que convierte a España en uno de los países más endeudados. El país con mayor exposición a esta deuda es Alemania, seguido de Francia y –a mayor distancia– de Estados Unidos y el Reino Unido.
Tal y como ponen de manifiesto esos mismos datos, el mayor problema financiero de España reside en su elevado endeudamiento privado, principalmente de bancos y cajas. El 89% de la deuda externa bruta es privada. Pero destaca asimismo el aumento de la deuda pública desde 2007. A causa de la aceleración del endeudamiento de todas las administraciones, la deuda pública total en España (Estado central, comunidades autónomas y ayuntamientos) alcanzó en el tercer trimestre de 2010 los 611.198 millones de euros, el 57,7% del PIB, rozando la tasa del 60%, el máximo previsto en el Tratado de Maastricht para los países del euro.
Cabe, además, resaltar que la deuda externa global no sólo no ha descendido sino que incluso ha crecido casi un 2% frente al tercer trimestre del año anterior. Esto pone de relieve la incapacidad del modelo productivo vigente para honrar sus deudas. Los agentes económicos privados no generan suficientes recursos para reducir su endeudamiento.
El programa neoliberal de reintegro de la deuda
En mayo de 2010, Zapatero fue llamado a capítulo por Merkel, Sarkozy y Obama quienes le impusieron el programa neoliberal de devolución de la deuda externa que hasta ese momento sólo había sido apuntado por el PP. Con ello, Expaña quedaba convertida de hecho en un protectorado de Eurolandia, secundada por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En una primera tacada, la congelación de las pensiones, la reducción del sueldo de los funcionarios, el aumento del IVA y otros impuestos y el recorte de los gastos sociales, trataban de hacer frente a los vencimientos del pago de intereses de la deuda pública y de comenzar el acarreo de recursos para la reestructuración de las cajas, que cargan con la mitad de la deuda de nuestro sistema financiero.
A continuación vino la reforma laboral, destinada exclusivamente a promover un despido más fácil y barato y, con ello, una rebaja de salarios. Todo ello no sólo beneficia a la patronal española, sino también a las grandes empresas alemanas y francesas instaladas en España (que equivalen al 35% de nuestro PIB), estadounidenses, etc.
Finalmente, tras diversas medidas de privatización (AENA, loterías…), han sido aprobada a toda pastilla la reforma de las pensiones y un proyecto de bancarización de las cajas. Gracias a la primera, nuestros acreedores extranjeros –bancos, fondos de inversión, aseguradoras, etc.– podrán hacer su agosto en el negocio de los fondos privados de pensiones. Y gracias al segundo, podrán convertirse en accionistas de las cajas reconvertidas en bancos, previo saneamiento mediante dinero público.
No es de extrañar la satisfacción de Merkel tras su visita a España, al comprobar que el PSOE «ha hecho los deberes» al cumplir las órdenes que le fueron impuestas en mayo. Ha asegurado que el «camino emprendido por España es muy positivo, muy tranquilizador», especialmente «por la ausencia de conflicto con los sindicatos».
Y para redondear el negocio, ha ofrecido trabajo a nuestros jóvenes mejor formados, especialmente ingenieros, porque a orillas del Rin escasea la mano de obra cualificada, a diferencia de lo que ocurre en España, donde existe en abundancia, si bien se halla centralizada en el INEM. El negocio es redondo. Acogerá a unos cuantos miles de posgrados cuya formación le ha salido gratis, les salvará del mileurismo o del paro y será ensalzada como una benefactora.
Hacia una nueva «gobernanza europea»
Para Merkel, no basta con todo lo anterior. Ha venido a encuadrarnos, ya intervenidos de hecho, en la línea de una nueva «gobernanza europea». Ha conseguido el visto bueno de Zapatero a su proyecto de reforma estructural de la Unión Europea.
En 2010 se inauguró en Grecia la aplicación de los fondos de rescate, cuya finalidad es que la periferia destartalada de la eurozona pudiese cumplir sus compromisos de devolución de la deuda, asegurando ese cumplimiento mediante “reformas de estructuras” con salvajes efectos depresores de sus economías. Dado el alcance de la devastación, algunos Estados plantearon la necesidad de ampliar los fondos de rescate inicialmente previstos, que proceden de los contribuyentes de los diversos países miembros de la UE, en proporción a su fuerza. Alemania, principal aportadora de dichos fondos, opuso resistencia. Y si bien no pudo eliminar la necesidad de mantener los fondos de rescate, consiguió que a partir de 2013 deba abrirse una vía de quiebra ordenada con quitas y esperas. El mero anuncio de estos planes ha contribuido a encarecer los préstamos de “los mercados”.
Posteriormente, parece haberse producido un nuevo endurecimiento de la posición alemana. Alemania acepta una ampliación del fondo de rescate. Pero ha convencido a Francia y luego a otros socios de que tal ampliación se condicione a un pacto de competitividad que supone, entre otras cuestiones, desvincular los salarios de la inflación, ligándolos estrictamente a la productividad; armonización de los impuestos sobre las sociedades y retraso de la edad de jubilación. Ese pacto conduciría, para ser efectivo, a la configuración de un organismo de control de su plasmación: una especie de superministerio de economía que impondría un nuevo mordisco a los escasos restos de soberanía nacional que quedan en los países de la UE. Un paso más hacia el “Estado europeo”, el IV Reich del imperialismo germano-francés.
Los palafreneros del imperialismo germano-francés
El PSOE e IU, así como las diversas fuerzas independentistas, apoyan esa política. Les encandila el avance hacia el IV Reich, que significaría el punto final de la aniquilación nacional de España. Pero también entusiasma a grandes sectores de la derecha, que a despecho de sus proclamas “nacionales”, lo que desean es que Merkel, como hacendosa ama de casa neoliberal, nos administre.
Todos los aparatos políticos de la monarquía de los banqueros, así como los grandes sindicatos del régimen, vinculados a la defensa del capitalismo y la Europa de Mastrique, se limitan a reclamar un «buen rescate», ya sea mediante aumento del fondo europeo, la compra de deuda soberana por el BCE o la emisión de eurobonos.
Ese «buen rescate» es problemático: se ha cuantificado su montante en 500.000 millones de euros, la mitad del PIB, como mínimo. Ahora bien, suponiendo que se efectuase, ¿cuál sería la situación resultante? Desde luego, los fondos recibidos permitirían hacer frente a los compromisos inmediatos. Pero quedaríamos todavía más endeudados. ¿Y cuándo podría, por fin, la economía española aligerar el fardo de la deuda externa? Solamente en un futuro en el que la balanza por cuenta corriente arrojase algún superávit. Es decir, jamás. Nos hallamos sumidos en una depresión que, en el mejor de los casos, puede ceder el paso a un periodo de estancamiento. Contamos con una tasa de paro del 21%, un déficit comercial cercano al 6%, la necesidad de pechar con tipos de interés cada vez más elevados y un volumen de deuda creciente. Con una estructura productiva mayoritariamente integrada por pymes acantonadas en el sector de los servicios, en la que se constata un considerable destrozo. Con un alto grado de dependencia energética. Y con una monstruosa estructura territorial, la del Estado de las autonomías, que además de ser políticamente disolvente es económicamente insostenible.
De este modo, la disyuntiva que se abre ante nosotros es, o avance hacia la quiebra, con la colonización de lo que quede de España y el expolio y pauperización masiva de su pueblo trabajador, o la ruptura con Eurolandia, como vía de ejemplo para otros países ahora insultados como PIGS y las zonas del este de Europa.
Soberanía nacional, socialización, república
El Partido Nacional Republicano ha denunciado reiteradamente la falacia según la cual se esté configurando un “Estado europeo”. Lo que avanza es la dictadura del capitalismo alemán, orlado por su Mitteleurope y apoyado por Francia, que reducirá a la eurozona periférica y a los países más débiles del Este a una situación semicolonial, sin capacidad para decidir su propio destino; y a lo que se sumará el intento de su máxima fragmentación, mediante el apoyo a los nacionalismos de corte étnico.
Como hemos planteado ya en esta página el pueblo trabajador español sólo dispone de una alternativa real: un combate por la soberanía nacional que niegue el reconocimiento de la deuda, que recupere una moneda y una política monetaria propias, que rompa con la Unión Europea y el FMI y adopte las siguientes medidas, entre otras:
- Socialización de bancos y cajas y su unificación en una banca pública, con potestades de banco emisor, que ordene y canalice el crédito y asegure los depósitos de los pequeños ahorradores.
- Rígido control de los movimientos de divisas.
- Socialización de todos los sectores estratégicos, empezando por el energético, con recurso a la energía nuclear.
- Demolición del Estado de las autonomías, cupos y fueros. Racionalización y concentración de municipios.
- Supresión de subvenciones públicas a partidos, sindicatos, patronales, iglesias y montajes clientelistas de la partitocracia reinante.
Mienten quienes proclaman que pueden darse pasos en esa dirección a través de los cauces institucionales del régimen juancarlista. Mienten también quienes hablan de socialización, pero combinan esa exigencia con la de “autodeterminación de las nacionalidades”: son los leninistas o anarquistas del IV Reich.
La única salida es la acción política directa de masas, centrada en la toma de las calles, con vistas al derrocamiento de la monarquía y la instauración de una república española unitaria que organice la hegemonía del pueblo trabajador.