El Partido Nacional Republicano considera que las instituciones representativas del juancarlismo y sus correspondientes procesos electorales –generales, europeos, autonómicos y locales– tienen como finalidad primordial enmascarar una doble fractura existencial. De un lado, entre españoles y antiespañoles. De otro, entre la oligarquía del gran capital, con sus aliados burgueses en las “naciones históricas”, y el pueblo trabajador.
Las autonómicas catalanas encarnarían a la perfección este cometido, con la particularidad que Cataluña es, precisamente, uno de los feudos de la burguesía periférica antiespañola.
Por lo demás, desde la perspectiva de la politología, sus resultados se ajustarían fielmente a las predicciones del modelo de “elecciones de segundo orden”. Esto es, las elecciones autonómicas, respecto a las generales presentan una serie de características específicas, aunque en la práctica se trate del mismo sistema de partidos que entra en liza en las elecciones de primer orden: participación más baja que en las generales; voto de castigo a la sucursal del partido en el gobierno del Estado; y mejores resultados de los partido pequeños que de los grandes partidos de ámbito estatal.
Desde todos los medios se preveía que el protagonista del 28-N, día de celebración de las autonómicas catalanas, sería la abstención. Sin embargo, han bastado 3 puntos más de participación respecto a los comicios de 2006 para que se prodigara la jornada como una “fiesta democrática”. La realidad es que el 40% del cuerpo electoral convocado a las urnas no se ha molestado en votar.
Se han cumplido los pronósticos con creces y CiU ha arrasado con el 39% de los votos: 62 diputados en el Parlament, a tan sólo 6 de la mayoría absoluta. La formación de Artur Mas ha embestido al Tripartit. Las aguas vuelven a su cauce: los amos regresan para tomar posesión de su cortijo y echar a patadas a los caseros. El régimen ungió a la oligarquía que representa CiU para regir los destinos de Cataluña. Si el juancarlismo considera que Cataluña tiene su “lengua propia”, también considera que tiene un partido propio. Merced de un sistema electoral que prima su representación en el ámbito nacional, CiU es retroalimentado: a la par que se les presta tribuna en las Cortes, refuerzan su presencia en Cataluña como máximos valedores del hecho diferencial catalán en Madrid.
Previsiblemente, el soberanista Mas profundizará en la dinámica confederal del régimen a través del Estatut y convertirá en el leitmotiv de su mandato la obtención del concierto económico para Cataluña. No en vano, Zapatero le otorgó el Estatut a Mas y ultimó con él todos los pormenores para que viese la luz el texto. Moncloa ordenó decapitar a Maragall, al frente de la Generalitat en aquel momento, para servir su cabeza en bandeja de plata a CiU y dejarle expedito el camino hacia el “gobern català”. La reedición del Tripatit vino de la mano del advenedizo Montilla, cuyo empecinamiento por ser president le llevó a amotinarse contra los designios de Ferraz.
Sin duda, el gran derrotado es el PSC que ha sufrido un batacazo monumental. Ya han comenzado las disputas internas por reemplazar al cadáver Montilla. El descalabro se ha llevado por delante 9 escaños y la posibilidad de que este partido levante cabeza en muchos años. Cabe preguntarse si estos resultados en uno de los mayores graneros de votos del PSOE permiten inferir consecuencias, como pretenden algunos, con vistas a las próximas elecciones generales. Si el resultado se ciñe a las previsiones del modelo de elecciones de segundo orden al que se ha aludido, el PSOE ha sido pateado en el culo de Montilla. El PSC ha sido víctima de las políticas antisociales de su matriz en el gobierno central. Pero hay otro componente que se suma a la explicación del avance del nacionalismo antiespañol y la debacle del PSC: Montilla ha jugado a ser más catalanista que nadie. Una buena parte de sus votantes, puestos a elegir entre catalanistas, se han inclinado por el catalanismo sosegado de pedigrí y han trasvasado sus votos a CiU.
El PPC de Sánchez Camacho, se ha catapultado hasta el tercer puesto del ranking con 18 diputados y el 12,25% de los votos. En Génova han paseado con triunfalismo la medalla de bronce, cual victoria premonitoria del anhelado estrellato de Rajoy y sus huestes. Así, han declarado solemnemente que «es el principio del cambio en el resto España». No creemos que este éxito limitado se deba a las consignas de Arriola de no hacer nada. Aparentemente fue efectiva la campaña de la gaviota exterminadora de inmigrantes, ya que el PPC ha arramblado con parte de los votos anti-inmigración que iban a Anglada. Las aspiraciones de PxC de entrar en el Parlament, han quedado frustradas.
En el circo del independentismo declarado ha irrumpido con 4 escaños la esperpéntica formación del ex president del Barça, Solidaritat per la independencia de Catalunya, en torno a un único eje: celebrar un referendo de autodeterminación. La presencia de este arribista, según todos los análisis, ha perjudicado a la carcundia masónico-catalanista de ERC, partido al que ha arrebatado los votos que no han ido a parar a CiU.
ERC, ha sido el partido del Tripartit que ha sufrido la mayor sangría: ha perdido 11 escaños. En cambio, ICV, la tercera formación del hasta ahora gobierno de coalición de la Generalitat, es la que menos desgaste ha padecido, con un retroceso de sólo 2 diputados.
La marca del constitucionalismo reformista en Cataluña es Ciutadans que, aunque ha aumentado ligeramente en votos, se ha quedado con la misma representación testimonial que tenía: 3 escaños. UPyD no ha conseguido entrar.
El triunfo del nacionalismo antiespañol en Cataluña es palmario. El conjunto de este espectro, incluido el PSC, deja en minoría al llamado constitucionalismo con sólo 21 diputados. De los cuales, los 18 del PPC no plantearán obstáculo alguno al gobierno de CiU en atención a un hipotético escenario de exigua mayoría del PP en las próximas generales, en el que el apoyo de los convergentes resulte esencial.
Las instituciones representativas del régimen apestan: encumbran a las oligarquías antiespañolas mientras sumen en la ilusión a la población de que es posible un juego en el que participen en pie de igualdad perseguidos y perseguidores, represores y reprimidos, catalanistas y españoles, capitalistas y trabajadores.
Poner en evidencia estas contradicciones es uno de los objetivos del PNR. Derivar sus últimas consecuencias, también.