Vivimos una crisis sistémica del capitalismo internacional. En ella sigue postrada la Unión Europea (UE), a pesar de los augurios sobre brotes verdes. Alemania ha sufrido una recaída en el cuarto trimestre de 2009; Italia vuelve a los números rojos. Francia está lejos de haber resuelto el colapso de algunos de sus sectores financieros. Los países con estructuras económicas más débiles ruedan hacia la quiebra del Estado, amenazando con el impago de sus gigantescas deudas con los banqueros del núcleo duro de Eurolandia. Y los gobiernos de ese núcleo, que ya han enterrado astronómicas cantidades en el salvamento de sus respectivos bancos, tiemblan ante la perspectiva de una agravación de su crisis que haga necesarias nuevas intervenciones y propicie una ruina del euro.
Por ello, la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE) exigen en todas partes medidas de ajuste para arrojar sobre las espaldas de los trabajadores el fardo de la crisis y los billones de euros gastados en ayudas a la banca y otros sectores del gran capital. Y en estos momentos Alemania y Francia intervienen en Grecia no para echarle un salvavidas, sino ante todo en auxilio de los bancos germanos y franceses con activos en peligro a causa de la bancarrota helénica. Esta intervención se está traduciendo en gravísimos ataques a la soberanía nacional griega y los trabajadores de este país. Mientras, se mantiene en la ambigüedad la eventualidad de ayudas a Grecia cuyo montante se calcula en 320.000 millones de euros, con el objeto de no sentar un precedente al que pudieran aferrarse otras economías quebradas, como las de Portugal o España. El tamaño de esta última, cinco veces mayor que la griega, imposibilita un rescate europeo. Por eso ha podido decir el nobel Krugman que España «es el corazón de la crisis».
Rodríguez Zapatero ha accedido a la presidencia de turno de la CE con una bomba de relojería, quizá oculta bajo tres pares de calzoncillos, como sus suicidas de los trenes del 11-M. Pero la CE y el BCE le han leído la cartilla. Ha debido comprometerse a un plan de reducción del déficit público al 3% del PIB, de ahora a 2013, además de una reforma del mercado laboral y una reforma de las pensiones.
La dictadura del monetariado europeo ha ordenado un brutal ataque al pueblo trabajador español. Su regio capataz en Expaña ha salido a la palestra para prepararlo pidiendo un pacto de Estado entre todas las fuerzas del régimen: es la «hora de grandes esfuerzos y de amplios acuerdos para superar juntos, cuanto antes y con la debida determinación, las graves consecuencias de la crisis, y para recuperar un crecimiento fuerte y duradero».
En primer lugar, esta iniciativa del monarca trata de apuntalar a su gerente predilecto, el PSOE. El rey es la única herencia franquista que permite la Ley de Memoria Histórica. Se publicó –y no lo olvidaremos– la afirmación de D. Juan Carlos según la cual «ser rey con un gobierno socialista consolida a la Corona». Por consiguiente, el pacto debe cerrarse “cuanto antes”, es decir, en torno al gobierno en presencia, lo que descarta las peticiones de dimisión de Zapatero o de elecciones anticipadas, alzadas desde la derecha, a la que el Borbón tiene por segura. En todo caso, la oposición queda emplazada a salir en socorro de Zapatero so pena de ser acusada de insolidaria o, ¡qué horror!, de antimonárquica. En segundo lugar, se dirige a preparar sicológicamente a sus súbditos ante los “ajustes” y “reformas” de que van a ser víctimas. Y obedece también al intento de apuntalarse a sí mismo, preservando la situación que, según las revistas especializadas, le ha permitido amasar una fortuna de unos 1.800 millones de euros.
Con este masaje borbónico previo, el día 17 de febrero ha tenido lugar la sesión de las Cortes en la que Zapatero ha lanzado una perorata desbordante de optimismo antropológico para tranquilizar a los mercados internacionales. En pocas ocasiones ha fabulado tanto en tan escaso tiempo al pronosticar una pronta recuperación de la economía y el empleo, cuando toda la opinión informada sabe que el PIB está hundido, que los parados superan los 5 millones, que el desmoronamiento de parte del sistema financiero no podrá seguir camuflándose por mucho tiempo y que la deuda global –privada y pública– está ya en el 250% del PIB, según economistas como R. Centeno y S. Niño. Que nos esperan varios años de depresión, a los que seguirá un periodo de estancamiento. A continuación, apelando al “esfuerzo nacional”, ha hecho su oferta de pacto a través del consenso a que llegue una comisión parlamentaria, flanqueada por la mesa de diálogo social y la mesa del Pacto de Toledo. Como concreción principal de su propuesta se ha referido a la reducción del gasto público en 50.000 millones de aquí al 2.013 y no se ha dignado descender a detalles sobre la reforma del mercado laboral y de las pensiones. En suma, una estrategia cimentada en comisiones y mesas con una doble finalidad: diluir las responsabilidades del gobierno y ganar tiempo. Pues es algún tiempo el que Zapatero va a necesitar para realinear, en nombre de soluciones de mal menor y con oportunas contrapartidas, a los aliados políticos y sindicales que temen salir lesionados por la política de ajuste.
El PP había anunciado un “discurso de Estado” de Rajoy que marcaría “un antes y un después”. Tras un largo memorial de agravios contra Zapatero, Rajoy ha proclamado solemnemente su negativa a hacerse responsable de las ocurrencias de un presidente de gobierno irresponsable, cuando no ha venido haciendo otra cosa desde hace dos años (apoyo al salvamento de promotoras e inmobiliarias a través del ICO, a los avales y compra de activos a los bancos, al rescate de las Cajas, a la nueva financiación autonómica, etc.). Luego ha condicionado su apoyo al pacto a la previa aceptación de un paquete de medidas consistentes en rebajar dos puntitos el IVA, dejar el IRPF como estaba hasta hace un año, un poquito menos de gasto público –10.000 millones–, un contrato fijo con indemnización por despido proporcional a la antigüedad del trabajador y algún que otro incentivo fiscal para los autónomos. Toda una alternativa de Gobierno, la del Churchill de Pontevedra. Y como colofón, un llamamiento a los culiparlantes socialistas a que sean ellos quienes releven a Zapatero, el dueño de sus escaños. Una tentativa de ave carroñera, a la espera de que el PSOE se hunda por sí sólo, que resulta impracticable. A los dos días de esta sesión, Rajoy se manifestaba dispuesto a llevar su alternativa de contratación laboral a la comisión que acababa de rechazar por no haber sido aceptadas sus condiciones previas.
En resumen, la marcha hacia la catástrofe económica sume de momento al conjunto de la clase política del régimen en la esquizofrenia y la semi-parálisis, ante la previsión de las consecuencias electorales de las agresiones contra los trabajadores que deberá protagonizar. La ruina económica se entrelaza con una palmaria crisis de liderazgo en el seno del PPSOE. Todo ello provocará dilaciones y disfunciones en la gestación del “gran acuerdo”. Pero que no quepan dudas de que Eurolandia intensificará sus presiones. Tampoco cabe imaginar que ni Zapatero ni Rajoy desconozcan lo que pasó con Suárez y Aznar cuando les faltó sintonía con la Zarzuela. Desoir los deseos de la monarquía nunca ha sido saludable en este país. Basta tirar un poco de hemeroteca para comprobarlo.
No puede excluirse la gestación del pacto nucleado por el gobierno actual, ni la dimisión de Zapatero, ni elecciones anticipadas, ni triunfo de Rajoy en las mismas, ni un gobierno de concentración, presidido por el PP o por el PSOE y contando con la valiosa ayuda de la Sra. Rosa Bisagra. Lo que sí debe excluirse tajantemente es que esas soluciones puedan favores la reconstrucción económica de España. Únicamente pueden servir para aplicar los dictados antisociales de Eurolandia. Mientras que el vigente régimen de enemigos de España permanezca en pie, sólo habrá unos perdedores, las fuerzas del trabajo, aplastadas entre los escombros de una España que fue y no volverá a ser.
Por lo tanto, españoles, a despertar. Es ahora, en el 2010, cuando empieza la crisis de verdad. En este momento, las oligarquías del régimen están todavía en el alboroto. Pero ya se sabe que después del alboroto viene el tiroteo. ¡Refundación de España!