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Ante el movimiento del 15-M: el único camino es la rebelión nacional
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El Partido Nacional Republicano valora los aspectos positivos del movimiento del 15 de mayo. El hartazgo generalizado ante el desastre nacional, económico, social y moral al que nos ha precipitado la monarquía de los banqueros, con sus pajes corruptos de la partitocracia y de los aparatos sindicales a la cabeza, ha sacado a la calle a decenas de miles de “indignados” con ansias democráticas y de justicia social.

En el blanco de todas las iras ha estado el partido único del régimen: el PPSOE. Una masa heterogénea ha desafiado, en vísperas de los comicios autonómicos y locales, las prohibiciones de la ley electoral bajo el lema «informamos a los políticos: el pueblo declara ilegal la Junta electoral» y ha ocupado las plazas de las principales ciudades de España.

Hemos asistido al incipiente despliegue de formas de acción directa: por primera vez, se han dado movilizaciones masivas al margen de las pancartas de los partidos y los sindicatos que monopolizan los cauces de participación y representación política del Estado, se han ocupado espacios públicos y los participantes se han auto organizado en asambleas y comisiones de base.

Sin embargo, estas movilizaciones pueden disiparse en la nada si no se prolongan en el tiempo e intensifican sus acciones mediante la elevación de contenidos. Peor aún, pueden ser redirigidas por el juancarlismo o alguna de sus fracciones;o fagocitadas por grupúsculos de diverso pelaje. Resulta ineludible que, tarde o temprano, estas o cualesquiera otras movilizaciones con el mismo trasfondo, se marquen como meta la superación del actual marco jurídico-político juancarlista porque cualquier reclamación de democratización dirigida al vigente régimen o demanda de políticas que impliquen la lesión de los intereses de las oligarquías económico-financieras, es, sencillamente, pedirle peras al olmo. No es momento de reformas, sino de ruptura.

 

Los ni-ni: ni PP, ni PSOE

Rezaba una pancarta colgada en la puerta del sol: «Somos los ni-ni: ni PP ni PSOE». De acuerdo al manifiesto de Democracia Real Ya (DRY), una de las principales organizaciones convocantes de la marcha del 15 de mayo, «La democracia parte del pueblo (demos=pueblo; cracia=gobierno) así que el gobierno debe ser del pueblo. Sin embargo, en este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha (…) atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE». Esta denuncia ha supuesto poner en primer plano la férula partitocrática del juancarlismo y la subordinación de estas facciones políticas del régimen al gran capital. Pero se ha olvidado que esa diarquía viene flanqueada por los representantes del separatismo.

Ha concurrido toda una plataforma de vindicaciones políticas características de las corrientes de democracia participativa: listas abiertas, voto en blanco con representación en el Congreso, referendos vinculantes, reforma de la LOREG para facilitar la representación y, quizá, lo que ha sido otra denuncia de calado: no puede existir democracia sin verdadera separación de poderes. Así, entre sus propuestas figura la «reforma de la figura del Ministerio Fiscal para garantizar su independencia, no al nombramiento de miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial por parte del Poder Ejecutivo».

 

La acción directa de masas: un leve destello

A través de redes sociales y foros ha emergido este movimiento que ha traspasado las fronteras del ciberespacio para proyectar su presencia material en la calle. Y es que lo virtual ya forma parte de lo real.

Esta iniciativa ha perseguido de manera deliberada la desconexión con los mecanismos de participación otorgados por el juancarlismo: marchas, cortes de vías públicas y concentraciones ilegales, seguidas de ocupaciones de espacios públicos en forma de acampadas e, incluso, alguna “cacerolada” frente a delegación de gobierno, han trasladado la acción política más allá de las citas electorales y los toques de silbato de los partidos y sindicatos.

Los llamamiento de las organizaciones convocantes se han dirigido a categorías enteras de la población, especialmente las más desfavorecidas por la crisis: estudiantes, parados, pensionistas, autónomos, funcionarios, etc.

Se han constituido comisiones de trabajo y asambleas para determinar, entre otros objetivos, la permanencia y el curso de las acciones a seguir. En este sentido, se han creado en algunos lugares representaciones territoriales básicas, a través de distritos urbanos.

Ha sido un tímido avance en las formas de lucha política que, desde luego, no ha alterado en nada el curso inmediato del régimen. En los comicios el 22-M, la gran mayoría de los votantes ha depositado su voto en las urnas a favor del PPSOE, cifrando sus aspiraciones en la mera alternancia.

 

Reacciones: partidos, conspiranoicos y los antidisturbios del régimen

La proximidad de las elecciones autonómicas y locales ha obligado a los líderes del PPSOE a deshacerse en halagos y declarar su comprensión hacia las demandas de los acampados, en un intento por atrapar a masas de votantes más que por apaciguar que en ningún momento ha representado una amenaza real al stablishment.

Ha primado un tratamiento amable de los media hacia este movimiento inocuo. No obstante, no han faltado los plumillas y representantes de la partitocracia que han aleccionado a los acampados situando la democracia en las urnas y no en la calle.

Ha habido denuncias de quienes han visto tras el movimiento una mano oculta que ha tratado de favorecer al PSOE y al resto de comparsas de izquierda: han establecido un paralelismo entre las jornadas de reflexión del 13-M de 2004, con el consabido vuelco electoral, y la del 21 de mayo de 2011.

Igualmente, desde la izquierda se han pergeñado teorías conspirativas que han situado a la CIA en la sombra o han propagado el rumor de que DRY ha sido inspirado por un famoso ex banquero, como cabeza de playa para facilitar el desembarco del PP.

Sin duda, quienes han destacado en la ardorosa defensa del Estado juancarlista, perplejos por las ocupaciones de lugares públicos, son los mismos que en su momento han defendido el estado de alarma y la militarización de los controladores aéreos: los liberal-libertarios representados por la línea editorial de Libertad Digital. Una vez más, se han retratado como los garantes del régimen. Ante cualquier estallido socio-político han jaleado indefectiblemente el uso de la porra, las balas de goma y los gases lacrimógenos.

 

Debilidades y contradicciones de la “Spanish revolution”

La vocación transversal del movimiento del 15 de mayo ha articulado un discurso aparentemente neutro y apartidista, sin estridencias, que se ha dirigido a aglutinar el máximo de simpatías entre los descontentos por la crisis sobre la base de propuestas mínimas. El hilo conductor de ese discurso ha sido una suerte de reformismo orientado a solicitar de la misma partitocracia denunciada por vivir de espaldas a la ciudadanía y servir a los intereses de los poderes económico-financieros, medidas que limiten sus privilegios, amén de las demandas de democracia participativa, servicios sociales y un elenco de vindicaciones pretendidamente correctoras del sistema financiero y el capitalismo en general, que también ha sido denunciado de manera genérica en el manifiesto de DRY.

Se ha ignorado que lo que se llama democracia en Europa no es más que un Estado oligárquico de partidos financiados por el sistema capitalista. ¿Cuándo en países industrializados, dotados de formas representativas liberales, ha sido posible que organizaciones realmente democráticas llegasen a imponer cambios sustanciales y la transformación social por las vías pacíficas o parlamentarias? DRY y el resto de las organizaciones integrantes del movimiento 15 de Mayo sólo han protagonizado un conato de ruptura con los circuitos de dominación capitalista mediante una demostración de poder ciudadano difuso y disperso, ayuno en contenidos políticos de entidad.

Toda la retórica de DRY destila un lastimoso humanismo pacifista de ONG, desprovisto de sustancia nacional y de alternativas al capitalismo, a cuya entronización rinden pleitesía con proclamas hedonistas sobre el derecho a la felicidad de los consumidores. Es el fiel reflejo del sentir de una masa nihilista y desnacionalizada que asiste “indignada” al inexorable desmantelamiento del estado de bienestar.

Al final, si no se tiene claro que el juancarlismo debe ser derrocado, todo desembocará en un “combate” lúdico-contestario de campistas, acompañado de la coreografía alternativa de perroflautas y saltimbanquis entregados a malabares, cabriolas y talleres, igualmente alternativos.

 

El camino de Islandia no es suficiente para España

La “Spanish revolution” ha sido descrita como un siroco que nos hubiese traído los aires huracanados de las revueltas del Magreb y Arabia. Las posteriores acampadas han sido comparadas con la cairota plaza de Tahrir. Lo cierto es que no ha sido para tanto.

Se ha obviado, que en muchas ocasiones, estos participantes se han remitido, e incluso han coreado consignas que aludían a un lugar más frío y lejano: Islandia, un ejemplo de dignidad nacional cuyo pueblo ha tomado la calle, ha empujado a la dimisión a un par de gobiernos, negado la deuda contraída con el Reino Unido y Holanda, exigido el encarcelamiento de los responsables económicos de su crisis e impuesto un proceso constituyente para reformar su constitución con la finalidad de poner coto a los desmanes.

¿Creemos que en España desde las plazas y las asambleas de barrio conseguiremos con una plataforma reformista de mínimos nacionalizar la banca y transformar el corrupto juancarlismo en un estado democrático?

 

Rebelión nacional, ¡a por ellos!

El Partido Nacional Republicano presenta una alternativa inequívoca: la refundación de España en torno al eje del Trabajo. A partir de esa alternativa, el PNR ha propuesto unos puntos básicos que sintetizan la necesaria respuesta en el actual periodo de catástrofe económica: la exigencia de soberanía nacional, que implica el abandono del euro y el no reconocimiento de la deuda; la socialización de bancos y cajas y la constitución de un Banco público único, con potestad de emisión de moneda; la socialización de la Energía (con recurso prioritario a la nuclear) sectores estratégicos y grandes servicios; la supresión del sistema de autonomías, cupos y fueros; la concentración y racionalización de municipios; la eliminación de la financiación pública de partidos, sindicatos, patronales, iglesias, clientelas partidistas; la defensa del sistema público de pensiones; una fiscalidad basada en la imposición directa y progresiva; la creación de una institución pública dotada de potestades necesarias para la expropiación de las viviendas hoy en manos de los bancos e inmobiliarias, y la adquisición masiva de suelo para la constitución de un parque público de viviendas en régimen de alquiler no superior al 20% del salario; la salida de España de la OTAN y la repatriación de todas nuestras tropas embarcadas por el juancarlismo en las guerras de rapiña bajo pretextos humanitarios.

Resulta obvio que estas medidas no pueden ser adoptadas por ninguno de los gobiernos del vigente régimen juancarlista. Tampoco a través de la alternativas reformistas.

Las transformaciones sociales necesarias sólo pueden ser adoptadas por una República española democrática y unitaria, que abra un proceso de ruptura con la UE y los organismos del imperialismo norteamericano como el FMI, a la par que articula una alternativa europeísta de signo confederal, democrático y socialista dirigida preferentemente a los países más afectados por la crisis.

El único camino contra la monarquía de los banqueros es la  movilización directa de la población trabajadora, la mayoría de los españoles, al margen de los cuadros institucionales del régimen. No nos hacemos ilusiones sobre la posibilidad de un avance inmediato en esa dirección, pese a los recientes acontecimientos del 15 de mayo. Deberá ser preparado concienzudamente desde la base a través de un prolongado esfuerzo. Es la acción directa de masas en las calles con la finalidad de derrocar al régimen juancarlista: manifestaciones, concentraciones, ocupación de los centros públicos e instituciones y el asedio a las sedes de la partitocracia. Hay que renovar las formas de dirección de las luchas, que hoy sólo pueden corresponder a las asambleas soberanas, los comités elegidos en las mismas, los piquetes de defensa de las acciones y, cuando sea posible, las juntas o coordinaciones territoriales capaces de englobar la movilización de los diversos sectores populares.

Para muchos compatriotas hablar de política y partidos equivale a hablar de la partitocracia degenerada. Hoy están planteados problemas políticos de primera magnitud. El movimiento encaminado a resolverlos no podrá avanzar sin trabajar por un agrupamiento político que le proporcione forma organizada y contenidos: la construcción de un partido de nuevo cuño por  la refundación republicana y socialista de la nación española.